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    Hoy vivimos en el mañana. Albert Camus decía que vivimos en el mañana porque al fin y al cabo se trata de morir.
    Y es una frase muy dura. Pero si siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer después, si no puedo disfrutar lo que hago ahorita, efectivamente, es una forma de no vivir. Porque nunca puedo disfrutar lo que hago, con quién estoy. No puedo saborear el valor que tiene estar con tal o cual persona, hacer esto o aquello...

    Así es con la comida. Ya no importa lo que comemos. Algo rápido. Cuando lo que comemos es lo que nos mantiene en la vida y es un placer delicioso. Que además compartimos con los demás y nos reúne. Son momentos para tejer nuestras relaciones amorosas. Pero todo eso lo dejamos a un lado porque tengo que... Pero así es con todo.

    El estrés en el que vivimos no es natural. Y creo que cuando la Biblia refiere a esta preocupación y cita a las plantas y animales, que no se angustian, y nos invita a confiar, nos está dando el criterio para discernir cuándo y en qué grado hemos perdido nuestra paz.

    La paz es un fruto de vivir en armonía. Es un fruto que podemos tener si ordenamos nuestra vida. Como una sinfonía. Podemos escuchar disparates si cada instrumento hace lo que quiere, cuando quiere. O podemos realmente disfrutarla si todos los instrumentos se ordenan, si entran a sus tiempos y si interpretan bien la partitura que les toca.

    Y no es un accidente perder nuestra paz. Es una decisión. Nosotros la intercambiamos por otras cosas. Recuperarla es sólo nuestra decisión. Depende sólo de nosotros/as.

    Y en esta sinfonía la razón tiene su parte. Pero hoy, en lugar de ser una herramienta para discernir entre la verdad y la mentira, para tener claridad sobre lo que necesitamos y realmente deseamos, se ha convertido en la reina que lo gobierna todo. No podemos dejar de pensar, peor aún, no podemos dejar de preocuparnos. Es "la loca de la casa" que nos atormenta sobre lo que debemos y no debemos hacer. 
    Y la hemos puesto al servicio de ¿Cómo ganar más dinero? ¿Cómo hago que el o ella hagan lo que yo quiero? Una herramienta de poder sobre los demás. 

    Y el mundo que hemos construido en base a estos criterios está lleno de ignorancia, pobreza y enfermedad. De desamor, individualismo, soledad. 

    La ciencia no existe si no es en el corazón de las personas. El conocimiento puede estar al servicio de la riqueza de unos cuantos y el empobrecimiento de tantos. Pero no nos damos cuenta. Cada vez que tomamos un cafe en starbuks estamos apoyando la injusticia social, porque paga miserables centavos por el café que compra a Africa, principalmente, y las comunidades están sumidas en la pobreza, cuando son las productoras del producto de mayor utilidad en el mercado mundial. Pero eso no nos importa. Me gusta y el lugar es agradable.

    Hemos perdido el vínculo con los otros. El sentirnos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer. No queremos ver ni asumir las consecuencias de nuestros actos. Como niños chiquitos berrinchudos, quiero dulces y lo demás no importa. 

    Producimos productos de limpieza que no limpian. Que ensucian los ríos y la tierra, y que me hacen daño cuando los respiro o los aplico en mi piel. Pero las marcas nos venden status, una imagen de lo que es nuestra vida si utilizamos esos productos. Y es ahí donde nosotros queremos vivir. En una imagen que todos construimos y de la que somos cómplices. Nadie toca sus sentimientos, sus verdaderos deseos. Nadie se atreve a decir lo que necesita y realmente quiere. Ni siquiera lo sabemos. Perdón si generalizo, es un error. Es sólo que el engaño en el que vivimos nos hace tanto daño... que quisiera gritarlo. Duele ver tanto desamor, tanta destrucción. Y todo encubierto en un modo de vida espectacular.

    Hoy envenenamos nuestros alimentos cambiando genéticamente su ADN. Para que otras formas de vida mueran si quieren alimentarse de ellos. Como si no supiéramos que si matamos la vida microbiológica, todos estamos muertos. Pero es sólo un pedazo de tierra, y yo puedo hacer con él lo que quiera porque es mío. Y claro que también es un veneno para nosotros. Pero poco veneno no mata. Claro, que hoy, nadie sabe la causa del cáncer en nuestros cuerpos. No está provado que el teflón, que es un derivado de petróleo cause cáncer. Aún cuando se desprende en nuestra comida cada vez que cocino. Hagan la prueba. Pongan dos vasos de agua con una cucharadita de bicarbonato de sodio. Un vaso lo dejan tal cual, para que sepan a qué sabe solo. Y el otro lo ponen en su sartén, lo dejan a hervir 2 minutos. Y lo prueban. Hay amigas que lo han escupido. Pues cada vez que cocino, esos químicos se desprenden a nuestra comida.

    Pero ¿cuándo creímos que evitar la molestia de que se pegara la comida  era suficiente motivo para meterme petróleo al cuerpo? ¿Por qué no le importó a Dupont? ¿Pero lo peor es porqué no nos importa a nosotros?

    Hoy producimos frutas sin semillas. Mas grandes y apetitosas a la vista. Con mucho menos sabor y con un porcentaje mucho menor de nutrientes. Y saben qué va a pasar. Que las empresas que patentaron esas semillas, que además dominan sobre las naturales, son las dueñas de todos los frutos que se produzcan. Aunque sea que sus semillas contaminaron las del rancho de a lado. 

    Y digo contaminaron, porque ya que no tengamos semillas. Si queremos comer tendremos que comprar a Monsanto. Pero legalmente Monsanto puede reclamar la cosecha del granjero de a lado. Así pasa ya. Porque hoy podemos patentarlo todo. Adueñarnos de todo. De la vida. Cuando ni nosotros nos dimos la existencia a nosotros mismos. Cuando dependemos de toda la comunidad de vida, incluyendo los microorganismos en la tierra.

    Pero nos eregimos Dioses, por miedo a morir. Cobardía y miedo es lo que hay detrás de esta irracionalidad que aceptamos como la mejor manera de vivir. El deseo de poder no es otra cosa que el deseo de inmortalidad. Y al fin y al cabo, moriremos todos, dejando a nuestro paso muerte entre los demás o mayor vida. Y esa es una decisión que debemos asumir. ¿Qué ofrezco cada día a los demás? 

    La naturaleza es tremendamente generosa. Podríamos comer todos gratuitamente si seguimos el orden que requiere la naturaleza. Pero nosotros queremos poseerlo todo. Vivimos tan agresivamente unos contra otros que cada quien debe acrecentar su poder sobre los demás. 

    El desamor reina entre nosotros. La injusticia es dada por sentada. 

    ¿Y nos llamamos racionales? No confundamos. Porque muchos han perdido ya la esperanza de que podemos construir un mundo más humano.

    Hoy hacemos bolsas para el super hechas de fibras naturales que al llegar al océano o a la tierra se desintegran y sirven de alimento para la fauna.

    Como consumidores elegimos el mundo que queremos. Si no compramos  productos transgénicos, si no son rentables, no los producirán.

    La conciencia ecológica, es decir, la opción por la vida, va surgiendo en el corazón de las personas. Y esto incluye VIDA PARA TODOS. Y es así, desde las personas que se van reuniendo y formando comunidades, que las cosas pueden ir cambiando. No esperemos que venga de los que dirigen Monsanto o cualquier industria. El despertar de la conciencia es personal y es la invitación a participar. A formar parte de nuestra comunidad, a revalorar y vivir conforme a lo que amamos. Para rescatar una vida pacífica, sin violencia contra la vida, una vida amable para todos. 





     

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