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Nutrición
Es el proceso a través del cual acogemos elementos del medio ambiente, los transformamos, separamos y tomamos lo que es bueno para nosotros, lo hacemos parte de nosotros. Nos apropiamos de ellos.
Esta es la dinámica de la vida. Renovarse. Cada célula de nuestro cuerpo se renueva a sí misma constantemente. La vida es el deseo de ser y de ser en plenitud. Nuestro cuerpo tiende siempre a la mayor y mejor calidad de vida naturalmente. Tiende siempre al mayor bien posible.
¿Cuáles son nuestras necesidades fisiológicas? Es decir... ¿Qué necesitamos para sostenernos en la vida lo mejor posible?
- Sol
- Agua (con PH neutro o alcalino)
- Aire
- Enzimas
- Carbohidratos
- Fibra no soluble
- Vitaminas
- Minerales
- Fitoquímicos (antioxidantes)
- Hormonas
Y para poder aprovecharlos necesitamos mantener un ritmo armónico en nuestro cuerpo. El exceso de trabajo y estrés desgasta nuestra energía vital. Debilita nuestro sistema inmunológico e inhibe todas las secreciones y excreciones a través de las cuales metabolizamos el alimento. Necesitamos nuestros tiempos de descanso y ayuno.
En durante el sueño que nuestro cuerpo se repara y ahorra energía. Sin este descanso, nuestro cuerpo se va desgastando sin tener el tiempo y la energía suficiente para renovarse. De modo que poco a poco va envejeciendo a nivel celular, va perdiendo sus capacidades fisiológicas, entre ellas, la de eliminar las toxinas que acidifican el ambiente de nuestro cuerpo y lo destruyen químicamente.
"Somos lo que comemos." es literalmente cierto.
"Somos lo que comemos, si lo digerimos." Y efectivamente, así es.
La digestión es el proceso a través del cual separamos los elementos de los alimentos para poder discernir con qué nos quedamos, qué es bueno para nosotros, qué es de ahí, lo que necesitamos, con respecto de lo que no necesitamos o nos hace daño. Para entonces poder eliminarlo.
Lo mismo sucede con las sensaciones que percibimos, las que buscamos... como el caminar en la playa, saborear una fruta, la música que elegimos, los sentimientos que anidamos después de procesar las reacciones emocionales que experimentamos, las creencias que construimos, los deseos que seguimos...
Es nuestra la responsabilidad de con qué nos construimos, qué elegimos, con qué nos quedamos, si nos hacemos o no daño... si optamos por la vida o por procesos de desamor, destrucción y muerte.
La industria alimenticia esta gobernada por la avaricia y la soberbia. No es su interés poner en común bienes para nutrir nuestro cuerpo. Corrompe la armonía propuesta por la naturaleza a través de las frutas, verduras, semillas y frutos secos.
Añade pesticidas, conservadores... químicos que por supuesto nuestro cuerpo no reconoce como alimentos. Es como mojar nuestra bicicleta... sabemos que el fierro se va a oxidar... ¿quién toma un vaso de cloro? Pero sí consumimos el cloro en el splenda y azúcar blanca, en los detergentes con los que lavamos la ropa y en el agua que tomamos. Ahí no importan.
La racionalidad industrial está al servicio de la riqueza de unos cuantos. Y aún cuando ponen en juego la vida o muerte de las personas, no se tocan el corazón.
Y a nosotros no nos importa. Seguimos consumiendo estos productos.
Necesitamos abrir los ojos, despertar y atender nuestras necesidades.
Pero todos estamos volcados al trabajo, a adquirir ciertas comodidades, en la competencia con los otros, incluso en atender y servir a los demás... sin importar el costo. Y el costo es la vida misma.
La vida no se alimenta de la muerte.
La vida se comunica y así se renueva.
Debemos desprendernos de esta idea de que amar es sufrir. Soltamos lo que nos hace daño y nos quedamos con lo que nos da vida.
Y desde ahí nos relacionamos con nosotros mismos y los demás.
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