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    Nuestro cuerpo es la condición de posibilidad de estar aquí y ahora.
    Todo acontece en la historia o no acontece en absoluto.

    Desde nuestro cuerpo, y gracias a él, 
    habitamos un mundo común de sensaciones,
    sentimientos, significados y anhelos...
    que traspasan las barreras del tiempo y el espacio.

    Y sin embargo estamos constantemente huyendo de 
     habitar desde nuestra experiencia, desde nosotros mismos.

    No encontramos la paz en nuestros corazones.

    Necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos.
    Dejar de violentarnos.
    Atender nuestras necesidades
    y los deseos que nos conduzcan a mayor vida.

    Ser amorosos con nosotros mismos puede llegar a ser algo tremendamente difícil porque ordinariamente hemos aprendido a menospreciar nuestra experiencia, a negarla en aras a un deber ser. 

    De muchas maneras hacemos violencia contra nosotros.

    Abrir un espacio para sentir,
    escuchar lo que hay dentro de nosotros,
    compartir lo que pensamos,
    aprender, cambiar,
    tejer con otros, revalorar y
    actuar conforme a lo que amamos y creemos
    es una exigencia del ejercicio de nuestra humanidad.

    Sólo entonces podemos sostenernos con integridad
    y tejer relaciones justas y amorosas.

    Nuestro cuerpo es un maestro/a. 
    Cuando nos acercamos a conocer su comportamiento
    y los principios a través de los cuales se deja guíar,
    los principios que lo gobiernan,
    podemos reconocer su nobleza, su docilidad...

    Nuestro cuerpo hace siempre lo mejor dentro de lo que puede.
    Dentro de las posibilidades que nosotros le ofrecemos.
    Siempre tiende a lo mejor, a la mayor calidad de vida.

    Nosotros podemos confundirnos, renunciar,
    violentar a otros y a nosotros mismos. 

    Nuestro cuerpo sigue fiel a sí mismo, al deseo de vivir, de ser.

    Es noble y acepta lo que le damos. 
    Asume su misión a pesar de nosotros, en silencio.
    Y nosotros no le escuchamos.
    Nos dice lo que necesita muy amorosamente,
    cuando necesita agua,
    cuando necesita nutrientes.
    Pide. No exige ni impone.

    Nosotros le damos cosas que le hieren.
    Y al fin, después le damos un paliativo
    para no sentir el dolor que le causamos.

    Muchas veces esa es la historia que tejemos día a día,
    evitar el dolor suprimiéndolo,
    no eliminando la causa del sufrimiento,
    pues ni siquiera queremos tocarlo, sentir.
    Y preferimos vivir en un mundo donde "todo esta bien"
    fuera del fluir real de la vida, de la historia...
    fuera de nuestra experiencia.

    Y por más tóxicos que le damos,
    el continúa procurando la vida, la mejor posible.
    Tratando de eliminarlos.

    Hasta que lo saturamos,
    hasta que rebasamos su capacidad, 
    lo agotamos. Lo dejamos sin recursos.
    Destruimos su capacidad para sanarse a sí mismo,
    para reconstruirse, para sostenerse en la vida.
    Es decir, su capacidad de nutrirse y desintoxicarse.
    Destruimos nuestro sistema nervioso y continuamos sin darle alimento.

    Es un suicidio silencioso. 

    Independientemente de cómo estés ahora, de lo mucho que hayas lastimado a tu cuerpo... el siempre tiende a la vida.
    Si deseas detenerte, dejar de lastimarte, cambiar el ritmo de tu vida, bajar el estrés y empezar a tocar paz en ti, ordenar tu vida,
    tu cuerpo va a dar todo lo que tiene por recuperarse
    y tener la mejor calidad de vida posible.

    No importa si eres diabético, si tienes cáncer o sobrepeso. 
    La tendencia a la vida está en ti, en cada célula de tu cuerpo.

    Date a ti mismo lo que necesitas. 
    Nuestra única responsabilidad en la vida
    es la de acoger esta vida con amor
    y permitir que fluya a través de nosotros. 

    Nuestra única responsabilidad es ser amorosos con nosotros mismos.
    Y desde ahí tejer nuestras relaciones,
    lo que ofrecemos a los demás y a la naturaleza.

    Comunicar la vida es parte de nuestra naturaleza.
    Por más que la sociedad quiera imponernos otra cosa,
    siempre la codicia, la avaricia y el egoísmo nos generan dolor.
    Porque como el cloro, no nos son naturales. 
    Por más que muchos prefieran endulzar con splenda.
    No nos alimentan.
    Somos seres sociales nos humanizamos,
    somos en la relación con los otros y el mundo.

    Lo importante es la decisión de
    cómo son las relaciones que yo tengo
    conmigo misma/o, con los demás y el mundo.

    Atrevámonos a revalorar lo que hemos aprendido,
    porque otro mundo es posible. 























     
    Anonymous

    Anónimo

    13 Mar 2017 - 03:53 pm

    hoki

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